- Kendrick Lamar es el rapero de moda. Y esté bien que lo sea.
Las palabras que usa en sus rimas son potentes y hacen de su hip-hop un acto de
arte consumado. Yo podría usas esas palabras en poderosas poesías y grandes
interrogaciones. Con esas mismas letras yo escribiría que en ocasiones eres tú
quien elige el éxito o el fracaso. Pero tantas otras veces el fracaso o la victoria
te eligen a vos. Y así marchas en la vida. Con un alto porcentaje de destino a
tu favor y otro pedazo en contra. En su nuevo disco DAMN, Kendrick habla desde
el lugar más alto de la suerte y la consagración. De hecho es el mejor de su
generación. Pero sus rimas no vienen desde la comodidad, ojo que “el orgullo
puede ser tu muerte / siempre estuve allí, yo contra el mundo / hasta que ahora
me encontré conmigo contra mí mismo”.
Al cabo de su discografía, y como puede ser lógico suponer,
echa mano a su condición de negro pandillero que creció sin un padre que lo
hubiere puesto a salvo de una vida sin hogar. Pero lejos de hacer gala de esa
condición, ahora en DAMN se pregunta si todo lo indeseable que pueda envolver
la peripecia de un muchacho de barrio es obra de la maldad o producto de la
debilidad. Está en nosotros. O quizá en el destino, vuelve a decir. Pero leyendo
o siguiendo sus narraciones, está claro que la idea de destino de Kendrick
Lamar no es algo sencilla o burdamente predeterminado. Más bien se trata de un
diálogo con y en reacción a lo que hacemos y a lo que nos pasa.
Escribo este comentario un poco desactualizado si vemos la
fecha de lanzamiento del álbum, porque en realidad lo que me impulsó a
comentarlo –y no simplemente a disfrutarlo- fue el incidente en que se vio
envuelto el jugador de Talleres, Bebelo Reynoso, quien en un momento alto de su
prometedora trayectoria, hoy debe debatir su situación después de participar en
un tiroteo. Bebelo, un joven de extracción humilde y barrial, estuvo ascendiendo
en la montaña de las oportunidades con sus habilidades futbolísticas. Puede
considerarse que por su condición, su ascenso tuvo la marca de un atleta que va
contra toda la adversidad. Siempre fue Bebelo contra el mundo. Ahora, cerca de
la cima, Bebelo va contra sí mismo. Y el interrogante del álbum, puede
reiterarse en estos casos. Por qué cientos de artistas o deportistas humildes, luego
de tenerlo todo, se envuelven en el fracaso y la peor de las nada. Eso sucede
por maldad o por debilidad. Kendrick Lamar llama a esta situación, el paraíso de
la pobreza. Y va bien adentro y hasta el hueso en el tema FEAR, diciendo que a
los 7 temía a su madre estricta, a los 17 temía moriri de un tiro en el barrio,
a los 27 empezó a convivir con el miedo. Miedo de volver a donde vivía de niño,
miedo de que lo condenen en un juicio, miedo a perder la creatividad. Empezó a
preguntarse si todo el dinero que tiene es una broma de Dios dentro de él, que
luego el mismo Dios lo tomará y quedará peor que antes. Quiénes son los
asesores, los que pondrán sus finanzas en deuda… miedo de perder el orgullo y
la lealtad.
A eso nos refiere el disco, en el formato de una obra maestre del género. Kendrick Lammar, en todos sus cuatro álbumes anteriores, se ha mostrado como un sumo sacerdote de la rima y de la narración. Pero aquí esos elementos los ha dispuesto de una manera contundente, utilizando un formato casi de tragedia griega, en el que un relator presenta la historia, y un coro explica los pormenores y estados internos de la peripecia contada por el actor central. Todo con el soporte sónico de uno, dos o tres samples a la vez, con referencias sonoras como puestas al pie de página y con reminiscencias jazzy.
El recitado de Lamar es tenso, rápido, furioso, lúcido, tremendo, limpio, como también frenético y de grandes impulsos, sobre progresiones de ritmo a veces esquizofrénico. Su rapeo es todo eso como un camión cargado de concreto. Lanzado a una velocidad que deja sin aliento. Por ejemplo en FEEL, en el que alcanza una performance de Copa del Mundo. Con esa impronta despliega un catálogo descomunal de sentimientos. Una gama de enciclopedia para dar cuenta de las emociones contra las que se debe luchar cuando estas en las cumbres oscuras de la fama. Siento la toxicidad de la industria, la falta de esperanza, la sensación de la mala droga, la falsa libertad, la familia que está jodida, siento el veneno que los llena a todos en la prisión, siento caer y caer al margen, siento boxear con los demonios, pero a la vez, ese sentimiento que es patético, también se desvanece. Y no queda nada. Tremendo y rotundo, que en su rima golpea como un boxeador que va camino al Título Mundial de Todos los Pesos.
Si DAMN fuera una pintura, sería una obra de Bosch, o de
Picasso, o desde nosotros podríamos definirla como una obra del pintor Carlos Alonso.
Tal expresividad que destila lo brutal
con lo compasivo, y hasta lo indulgente, tiene una vuelta más de tuerca. Y no
me refiero al uso posmoderno de los samples y grabaciones-efectos
intertextuales, sino a la interpretación de Kendrick Lamar sobre un grupo en
vivo. Con esa impronta aparece FEAR, o el soberbio LUST, una canción que mezcla
los sentimientos de tedio, o aburrimiento ante el paso de los días, con
nuestras acciones de lujuria. Si, con un poco o mucho de Placer. Es la manera
de no sentirnos enterrados, preocupados, tristes, desesperados o locos. Al saber
que la mayoría de nosotros, o ninguno, está casado con su propuesta, con sus
sueños. Esos puede hacernos sentir baratos. “El tiempo pasa, las cosas cambian
/ atascados en nuestros caminos…” un poco de Lujuria. Es lo que hay. Apuesto a
que están de acuerdo.