En el otoño del 2005, el Comedia ya no era ni siquiera una hoja en el almanaque de los años y de la escena artística cordobesa. Habría aún que preguntarle al promotor Pablo Sittoni cómo logró extender el plazo de existencia de un teatro en estado de coma, Y cómo fueron las exequias y el funeral que el Teatro Comedia soportó de pie, ante la resignación o indiferencia de su propia ciudad que le había dado la espalda. En ese contexto dimos un paso decisivo para resucitar al Comedia, devenido en un galpón de muerte y sin juicio final...
El anuncio que el gobierno de la provincia de Córdoba aportará 60 millones
para hacer otra vez realidad el teatro Comedia de nuestra capital suena
esperanzador. Más aun cuando se cumplen 10 años del siniestro con el que la
sala quedó sepultada bajo las cenizas y todavía los deseos de un teatro nuevo
van de las promesas a los oscuros augurios. Sin embargo, esta luz que se
enciende en el presente, nos invita a mirar con precisión el ayer y así fijar
la mirada en el futuro. Respecto del pasado tenemos la responsabilidad y el
derecho a hablar con total severidad del Teatro Comedia. Pues desde la
administración del exintendente Luis Juez –y con él liderando este tipo de
decisiones-, se salvó del destino marcado y de los días contados al Comedia de
una programada demolición, para convertirlo en una monumental playa de
estacionamiento, De un mes a otro en 2005, la histórica sala paso de un nido de
ratas a convertirse en un teatro plenamente activo para la realidad cultural de
la ciudad, en una fuente de oportunidades, con sus empleados con su
fuente laboral asegurada y con cada sector de la cultura y del arte independiente –como
de la escena comercial- alcanzaran plena participación y decisión en la oferta
del teatro.
Contrariamente a lo que se vaticinó, la gestión del Comedia fue una
expresión en ascenso de mucho de lo que se hacía culturalmente en Córdoba. Su
escenario fue un espejo de lo real y a la vez el teatro comenzó a producir sus
propios espectáculos y obras. Y cuando las llamas troncharon aquella promisoria
vida que había alcanzado el Comedia, se continuó haciendo lo necesario para
reconstruirlo rápidamente, más allá que nuestro período de gobierno finalizara
muy pocos meses después.
En efecto, en el término de tres o cuatro meses se terminó el proyecto del
que sería nuestro Teatro Comedia reconstruido. El diseño estuvo a cargo de
los especialistas del área de Arquitectura municipal, profesionales no sólo
altamente calificados, sino también especializados en este tipo de
construcciones y vinculados al arte y la cultura. Se trataba de un proyecto
austero, sin excesos en la perspectiva de su estética y de las ambiciones. Pero
sin dudas era algo posible, hacer y pensar, desde la perspectiva de lo
municipal. Me refiero a una obra que el municipio pudiera asumirla, sin
depender de las promesas de otros gobiernos, las que muy pocas veces se hacen
efectivas.
También es preciso puntualizar que al tiempo de contar con el diseño
arquitectónico del proyecto del Comedia, ya habían transcurrido las elecciones
de 2007, inmersas en un proceso de controversia y fraude. Y cuyo resultado
dejaban al Frente Cívico derrotado en las votaciones para gobernador, a Daniel
Giacomino como futuro intendente y a nuestra administración juecista a menos de
dos meses para finalizar su mandato. Suena odioso asumir un tono justificatorio para explicar lo que no se pudo
hacer. Pero siempre la verdad te pone en un lugar confortable y es conveniente
decirla. En dos meses de mandato apena si es posible redistribuir partidas y ni
si quiera alcanza para abordar un proceso licitatorio. Por lo que el Proyecto
Comedia quedó en manos de la administración Giacomo. Que cambió el proyecto y
pasó a un diseño que demandó un financiamiento que el municipio en soledad
seguramente no lo podría asumir. Seguramente esa propuesta contaba con la fe de
que el gobierno nacional ayudara a realizar la obra. Lo que también pudo
suceder después y a la fecha. Por eso cuando se dice en los medios o desde
algún espacio de opinión o tribuna que “ningún intendente hizo nada por el
comedia”, es una verdad a medias. O una expresión que necesita de varias
precisiones.
Entre ellas una mirada clave sobre el asunto. En el otoño del 2005, el teatro
Comedia ya no era ni siquiera una hoja
en el almanaque de los años y de la escena artística cordobesa. Es más, no existía
como tal en la faz de la tierra. Habría aún que preguntarle al promotor Pablo
Sittoni cómo logró extender el plazo de existencia de un teatro en estado de
coma, cuyas esperanzas de vida se habían agotado durante la crisis del 2001. Y averiguar
también a Sittoni, cómo fueron las exequias y el funeral que el Teatro Comedia soportó
de pie, ante la resignación o indiferencia de su propia ciudad que le había dado
la espalda. Antes de imaginarse como una playa de estacionamiento, en el 2005
el Teatro Comedia se miró asimismo como una tumba colosal, un panteón de la
cultura cordobesa sobre el cual todos caminaban por su vereda sin que se les
ocurriera echar al suelo un pétalo de la flor de su olvido. Recuerdo una noche
de lunes apenas a un puñado de artistas del teatro independiente velar los
recuerdos de la sala momentos antes de que sus propietarios mandaran a
construir el cartel “Playa. Hay Lugar”. Semanas después, desde el Concejo
Deliberante aprobamos una ordenanza declarando al edificio miembro del
patrimonio arquitectónico de la Ciudad. Era el paso decisivo para resucitar al
Comedia, devenido en un galpón de muerte y sin juicio final.
Podríamos aseverar sin equivocarnos, que allí por setiembre renació el
Comedia. Se le otorgó un alma nueva. Hasta alguien la definió como una “pyme de
sueños”. Nosotros decimos simplemente que nuestra administración con Luis Juez
hizo lo que correspondía. El municipio adquirió el teatro por 600 mil dólares
(hoy $ 9.600.000), y lo pagó en cuotas sin la ayuda de nadie.
Apenas con la paciencia del grupo propietario en ese momento. Allì estuvimos por
el lapso de los dos años hasta que debimos dejar nuestro lugar a otra administración.
Las llamas de lo fatídico nos impidieron cerrar un ciclo brillante. Y el Comedia,
que levantamos de una tumba volvió a un lecho de cenizas unos meses antes de
nuestra partida. Aun así, ni lloramos justicia, ni mendigamos con la canasta de los pretextos
y de las limosnas. Simplemente recogimos el buen espíritu que se profesó sobre la sala,
y escenarios como Luz y Fuera o Radio Nacional absorbieron parte de la programación.
Avanzamos sobre el nuevo proyecto y lo entregamos a los que continuaban nuestro
camino.
Por eso digo que cuando alguien desde los medios expresa la muletilla de “ningún
intendente hizo nada por el Comedia”, me parece que esa expresión impide
entender la historia y el destino del teatro. Y no sólo merece esta perspectiva
de nuestra parte, sino que también merece una verdadera respuesta de las
administraciones posteriores y actuales. No para rebatirla simplemente,
sino para debatir la verdad y debatir una cuestión capital que es la cuestión cultural
de Córdoba. Que representa una herencia que estamos malgastando y destruyendo,
un derecho que negamos a miles de cordobeses, y un recurso que nos privamos de
desarrollar en tiempos de crisis y desocupación.
También viene a cuanto recordar, que el Comedia recuperado en el 2006 fue
objeto de una batalla librada por todos los sectores de la cultura para tomar
las riendas de su conducción. Y que por medio de consensos, debates y pulseadas
y mucho diálogo, nadie impuso un interés sectorial por encima del otro. Ni la
oferta oficial resigno espacios frente a la oferta de teatro comercial porteño,
ni la diversidad cultural de la ciudad perdió lugar a manos de los artistas
consagrados. Todos tuvieron su espacio y ejercieron sus derechos, incluso el
teatro independiente encontró un andarivel de trabajo y producción dentro del
teatro, y que por los tiempos políticos –que no son los mismo que los tiempos
de gestión- no alcanzamos a plasmar en ordenanza, una serie de programas para
defender la producción y fuente laboral independiente -frente al avance de las
propuestas nacionales y mediáticas que generalmente terminan por copar las
salas de teatrales de todo el país.
Esperemos que esta lucha y el gran debate -si alguna vez o pronto el teatro Comedia vuelva a
brillar- se pueda dar otra vez. Que las decisiones de construir o de recuperar un teatro en Córdoba respondan a cuestiones más lógicas y no a especulaciones o promesas electorales. Lo expreso sin hipocresías en favor de la cultura local, frente a la
supremacía de lo global, y a los nuevos paradigmas y formatos que la tecnología
impone a la industria creativa y a la creatividad de los emprendedores locales.