En Santiago Temple, a 80 kilómetros de la Ciudad de Córdoba, el Club Sarmiento se apreste a celebrar un siglo de esfuerzo, amistad y pasión. Esta es la historia de una institución fundada en el medio del monte y que creció sobre la idea de tener un equipo de fútbol. Un Milagro. Que todavía sucede. Una proeza, en tiempos de crisis.
En 1917, Santiago Temple era un pueblo levantado en medio
del monte y unido a la Argentina por el Ferrocarril. Gozaba de cierta
prosperidad para algunos, y si tenemos en cuenta que en el centro del planeta
la guerra marcaba a fuego, hambre y muerte a los países europeos, Temple
representaba uno de los miles de raros paraísos donde vivir y soñar en
Argentina. Si bien los inmigrantes que llegaban huyendo de la miseria y el
sometimiento, no se encontraban con una tierra donde abundaban los derechos y
el bienestar, distaba del contexto de Europa, Medio Oriente o el de la Revolución
Rusa. Aquí en Temple las condiciones de vida también eran crueles, de una crudeza
a veces fatal, morían casi tantos niños como el número de nacimientos anual.
Era la vida propia en una factoría, donde en lugar de barcos, llegaba el tren
diario y se llevaba las riquezas. No había estado que defendiera a nadie. No
había ni siquiera municipio o intendente contra quien revelarse. Había total
libertad para vivir, para enriquecerse, empobrecerse, enfermarse, desgraciarse
o abatirse. Es en ese Santiago Temple donde dos jovencitos, uno nacido en Siria
y otro hijo de italianos, se lanzaron a la aventura de fundar un Club. Para
jugar al Fútbol que habían aprendido de los obreros ingleses que hicieron el
Ferrocarril. Para juntarse todas las tardes en la sede que habían levantado en
la casa de uno de ellos. Para cultivar la amistad y compartir las costumbres y
relaciones sociales que no tenía lugar en otra parte del pueblo. Jorge Andrésy Fructuoso Gregoratti fundaron el Club Sarmiento el 24 de abril. “Lo fundaron un martes, porque querían tener
toda la semana para organizar un partido contra la Juventud Obrera el domingo
siguiente”, me explicó Saad Andrawos, hermano de uno de los fundadores y
presidente del club en la década de los 60 y 70.
Por supuesto, como sucede en miles de casos, nadie en Temple
daba un mango por el futuro de ese Club. Levantado en las orillas más frágiles
del pueblo. Del lado norte de las vías del ferrocarril. El costado más humilde.
La Asociación San Martín, el círculo más pudiente del pueblo no miraba con
buenos ojos al club naciente. Y los futbolistas del lado sur, trabajadores de los aserraderos como el de
Vicente López y nucleados en los que llamaban la Juventud Obrera, tampoco
tomaron en serio al nuevo equipo. Andrès y Gregoratti debieron trabajar duro
para llevar a buen puerto su idea. No siempre llegaban a 11 con los del pueblo,
pos lo que “ataban el sulky” y salían de raja a buscar futbolistas instalados
en el medio de los montes como peones rurales. Frente a la distinguida
Asociación San Martín, frente a los colores negro y amarillo de la Juventud
Obrera, el club marchó con las banderas azul y blanco. No obstante, se debió
abrir un debate y votación para definir el nombre de la nueva entidad. Se votó
sobre dos alternativas: Sarmiento o
Belgrano. Ganó el maestro.
Al final de los años 20, otra generación de futbolistas tomó la posta. Otra generación de directivos
también fue reemplazando al grupo de los fundadores. Aunque el equipo de fútbol
fue la nave insignia y la principal expresión del Club Sarmiento, la creación
del Municipio en 1930, con la llegada del primer intendente municipal, le dio
al pueble otro carácter y el Club también comenzó a desenvolverse dentro de lo
que se empezó a llamar “las fuerzas vivas” de la localidad de Santiago Temple. Este
proceso coincidió con la presidencia de Antonio Mitre, momento en que la
población de Santiago Temple fue integrándose al Club. A la vez, la entidad
mudo sus instalaciones deportivas al predio vecino a la escuela primara. Y
posteriormente fijo sede en las instalaciones de “el salón de la casa García”,
un espacio coqueto y elegante más al centro de la población.
En esta nueva ubicación, el club contaba con un hermoso
salón con amplio escenario, que le permitió por varias décadas convertirse en
la referencia ineludible de la vida social y cultural del pueblo. Celebraciones
patrias, bailes populares, actos de la escuela primaria, reuniones políticas,
“vermouths danzantes”, presentaciones teatrales, veladas coreográficas,
programaciones escolares, funciones de cine, todo acontecimiento sucedía en el
“salón del Club, que además contaba con una pista contigua para actividades al
aire libre. Incluso, esta sede, oficiaba de vestuarios para los futbolistas que
se vestían y preparaban allí, para luego recorrer los 150 metros por las calles
del pueblo hasta el lugar de la cancha.
En los años 50, el Club Sarmiento contenía en su estructura
todas las actividades sociales, culturales y deportivas que se desarrollaban en
Santiago Temple. Y contenía todas las demandas de la gente en su agenda de
funcionamiento. Por ese tiempo, el club
construye una nueva cancha, en el lugar actual, y en el viejo terreno contiguo
a la escuela se comienza a edificar una gran pista de bailes, con escenario,
vestuarios, salas de buffet, guardarropa, dependencias para kioscos. La pista
–que también funcionaba como cancha de básquet y de Baby Futbol e incluía un
complejo de canchas de bochas- se convirtió en otro ícono del pueblo
Hasta ese tiempo, tras el impulso de dirigentes como José de
Diego, Dr. Carlos Alderete (padre), Pablo Aldrighetti, Chano Aspitia, el club
alcanzó la máxima consideración en lo
deportivo, y sus distintas formaciones futboleras fueron reconocidas en toda la
región. Al mismo tiempo, habían desarrollado una sana rivalidad entre los
clubes de los pueblos vecinos, que motivaba el amor y el fanatismo por sus
colores.
Con el avance de los años (1959), el club consigue su
personería jurídica, en la que se fija el día de su fundación como el 15 de
abril. Todo los construido y acumulado hasta la fecha, le permite ingresar a la
década de los 60 y asumir un tiempo de brillo. Momento en los que se consigue
títulos de Liga en Fútbol, en el que tiene lugar la plena ocupación de sus
instalaciones, y en el que se termina de forjar los elementos que ayudan a
construir una identidad para los habitantes del pueblo. Sarmiento de Temple, la
marca de fábrica, un DNI deportivo y la pertenencia a Un Club y a Un Pueblo.
Pero en la década siguiente, ese desarrollo tiene que
cambiar de escenario. Pues la histórica sede del Club, “el salón de los Garcìa”
se convertirá en el primer gran supermercado del pueblo. Y mientras construye
sus nuevas y monumentales instalaciones cubiertas -al lado de la gran pista de
bailes al aire libre, el Club Sarmiento deposita su mobiliario en la aún más
vieja y antiquísima Casa de Ramos Generales García Hnos -esquina en la que se realiza bailes, se
juegan partidos de Básquet y una diversidad de reuniones sociales. Esta etapa
del Club coincide con el segmento de historia más pobre del pueblo. Pobre en
número de habitantes, humilde en su capacidad financiera. A pesar de todo tipo
de limitaciones, el fútbol renacerá nuevamente en la segunda parte de los
setenta, con el protagonismo de Américo Pino como gestor deportivo. Y pese a la
crisis económica suscitada durante el período militar, el Club Sarmiento
inaugura su monumental salón, que será su principal espacio de vida social y
deportiva hasta el presente. Lo demás, es historia fresca, marcada por las crisis del
país, y por los cambios culturales, los desarrollos e inequidades sociales, por
los vaivenes económicos y financieros. Historia muy reciente marcada por la
mutación de las pautas sociales en el país durante los últimos 20 años. Por las
crisis que se precipitaron sobre la institución. Y por la tremenda convicción
de los distintos dirigentes que mantuvieron la entidad de pie.
Hoy, en el Centenario de su historia, con un Siglo de Fútbol
en su espalda, con un tatuaje de humildad en la piel, el Club Sarmiento se
retrata con urgencias y logros que lo enorgullecen. Desde hace un par de años
alcanzó la máxima categoría en la Liga Regional de Fútbol de San Francisco.
Sitial que mantuvo el año pasado. Además de Bochas, Hándbol, Patín y Paddle,
desarrolla un proyecto de fútbol para divisiones inferiores que nuclea a casi
100 niños y jóvenes. Y lo que es más saludable y alentador, con esta labor,
aporta a la construcción de la identidad de Santiago Temple, ayuda a establecer
vínculos de amistad y disciplina deportiva, incluye a pibes dentro de la
comunidad, y por sobre todo ofrece que
los socios, hinchas, dirigentes y deportistas, puedan seguir soñando juntos el
sueño de sus fundadores.