miércoles, 18 de mayo de 2016

HABLAR TAMBIÉN ES RECORDAR



Del año pasado, en este pueblo olvidado, la gente de Temple recordaba apenas tres hechos que atravesaron a todo el pueblo. La inundación, la lucha de los municipales y la campaña futbolera del Club Sarmiento. Meses después, ahora camino a los 100 años del Club, recuerdo aquellos días con lo que escribí en ese momento…



Los jugadores de la primera división del Club Sarmiento tienen camiseta nueva. La van a presentar el viernes para estrenarla el domingo cuando empiece la segunda rueda. Tienen una final sobre sus espaldas, que jugaron el domingo y perdieron 1-2. Tienen experiencia valuada en miles de lágrimas, pero comprada al contado con un capital de sudor y sacrificio. Tienen un pueblo que ahora los acompaña a dónde tenga que hacerlo.  Tienen un club que pronto va a cumplir 100 años. Tiene el amor de sus hinchas. No es poco para un equipo de futbolistas de una localidad de la provincia de Córdoba como lo es Santiago Temple en la ruta 19, con cerca de 4.000 habitantes que milita en la categoría del fútbol regional de la Liga de San Francisco. 
Pero más allá de esas pertenencias, los futbolistas de Sarmiento poseen una cosa especial… y es la conciencia de sí mismos. Saben lo que son y de qué se trata. El domingo disputaron la final de su zona. El pueblo, todo, no hizo otra cosa que hablar bien de ellos. Estuvieron allí a un pelo de ganar el partido. No obstante, eso ya es anécdota y queda para la historia del Club que marcha a cumplir 100 años. O sea que no está nada mal. Pero lo que verdaderamente saben es que formaron un grupo de pibes que puede hacerle frente a todo tipo de situaciones y salir airosos y bien parados de la circunstancia. 
Trabajar con ellos, conducir su participación en la Liga es como producir a un gran grupo de Teatro Independiente. Por su romanticismo y mística. Así como la gente de teatro tiene que remangarse y construir hasta su escenografía, ellos pusieron hasta el agua caliente en los vestuarios. Aprendieron a soñar y a construir una plataforma para esos sueños. Aprendieron los mecanismos de cómo se convierten en realidad esas ilusiones. Cuando comenzaron esta temporada, no tenía ni dinero, ni técnico, ni cancha. Y cuando lo consiguieron y se contrató el preparador físico, debían sacar el agua de sus casas inundadas para luego ir a realizar su pretemporada. Tuvieron que reconstruir sus vidas cotidianas, sus habitaciones mientras concurrían a sus entrenamientos. Y arreglárselas con diez pelotas y una luz tenue en las noches de práctica. Por eso ellos, aunque nadie se los diga, se sienten campeones de la solidaridad y de la amistad dentro del deporte y de la vida. Son un gran grupo que vale la pena. La mayoría de ellos no llega a los 20 años, pero tienen conciencia de lo que son. 
 Y son un ejemplo para todas las divisiones inferiores. Por eso el domingo entraron a la cancha en Villa Concepción de El Tío corriendo de la mano con los niños de la división más pequeña del club. Y los grandes y el público aplaudieron orgulloso por esa postal de fútbol y emoción que ofrecieron. Siempre jugaron con la camiseta pasada de moda, el escudo del club casi borrado, las medias viejas, pero su aspecto y la manera de llevar los colores del club siempre fue de etiqueta. Ahora van a jugar en la máxima categoría de la Liga. Ahora tiene camisetas nuevas. Pero saben que los colores nunca dejaron de lucir flamantes.