viernes, 5 de abril de 2013

David Bowie, la estrella que volvió de la muerte




Sorprendente. Intento supremo de reflexión. Cadáver exquisito. Deseo autorreferencial. Entre el mundo del cementerio y el mundo mágico de una canción potente de rock. Ahora David Bowie, el rebelde re re rebelde,  mira la vida desde sus siete décadas de amor por la juventud eterna  con ojos de veteranía. Raro,no? La idea de la muerte le sienta bien. Algunos piensan que ese disco no debería haber ocurrido. Y de verdad hay temas que son un fiasco. Sin embargo, contiene canciones que son sencillamente tremendas.  Así parece funcionar este nuevo dispositivo hard rock que te conecta con la historia más que con el futuro, aunque se llame The Next Day. Un tema interesante con resolución insustancial que dice “quién hubiera soñado que una chica de pueblo sería el jefe de mí”, y una composición colosal como “Vas a poner al mundo en llamas”.  Otra magra estupidez llamada Dirty Boys y una canción para reverenciarlo con el título Love is lost. Así parecen ser las cosas a los 66 años con Bowie. De Héroe y Vampiro a antihéreo y muchacho adulto que se pasea por la vida como si fuera un hotel de lujo y él en los zapatos de un turista solitario. Pero el viaje sigue, y el próximo párrafo tiene mejores canciones…
Luego de 10 años de silencio, tras aquel certero ataque al corazón durante un concierto e Alemania, el nuevo disco de Bowie no tiene aroma a whisky, champagne, sexo, drogas ni maquillaje, ronda más bien un perfume de flores de cementerio. Pero no hay ningún funeral en ciernes, aquí siempre la muerte da paso a la vida presente. Ominosa, densa, pero la vida al fín como sucede en las dos majestuosas baladas que le valen una merecida devoción es el caso de Te sientes tan sola que puedes morir, o Donde estamos ahora. Una más tristemente evocativa que la otra. Pero ambas destilan la amargura hasta volverla meditación.  En ellas clava el argumento del álbum: “he visto mi cadáver”, dice como asegurando que ha trocado sus máscaras para vivir el próximo día sin negociar la grandeza de sus conquistas. Precisamente, desde aquellos momentos sublimes en los que cada álbum rebatía al anterior y llevaba su música por caminos distintos, resuenan The Stars (Are out night) -un guiño a la vida de celebridad y a los pecados de la fama- y Valentine Day, que nada tiene que ver con el amor, sino que es una dura alusión a los asesinos de niños.

 En consonancia con lo que dice, la guitarra arrastra una densidad y adherencia a la melodía que, al ritmo del tema su sonido es capaz de pavimentar las calles de un barrio en el desierto. La voz de Bowie también se muestra generosa, bastante reflexiva y en ocasiones hasta torturada. Se lleva muy bien con las guitarras. Y por supuesto, el productor Tony Visconti armó una base musculosa de tambores repicantes y bajo punzantes como en discos anterior. Para los fanáticos, están claras las vinculaciones a Héroes, Low, Scary Monsters, y diría también a Diammonds Dogs, Ziggy Stardust y hasta algún elemento de la malograda Tin Machine.
Hay momentos del álbum que en los que el infortunio de algunas letras y de los que se cuenta hace mella e el resultado de las canciones. Se desvanece en las pomposas declaraciones como en la antibelicista Has visto como crece la hierba.  No obstante, uno de los pocos momentos alegres del disco, Danzcing Out the Spice, lleva otra vez el disco a lo más alto. Y termina de agrandarse en el concepto de tapa que toma la carátula del disco Heroes y cubre la cara de Bowie como censurándolo y aplicando le la frase que da nombre al nuevo álbum The Next Day. Sí el día después del héroe.
Bowie expresa una idea inteligente, es su compendio de situaciones y frases sombrías, que no se proponen glorificar la muerte, sino exhibir su carácter inevitable en las formas más inesperadas tal cual se ha manifestado al cabo de la historia –guerras, desencantos , locura, desamor- asesinatos, masacres. Pero no se trata de un estado de misericordia ni un clamor por redención lo que demanda El Próxima Día. Más bien es relato vivo del anuncio que cualquiera de nosotros puede por  pasar por el lugar equivocado el día y la hora indicada. Lo dice alguien embotado por la fama, mimado por la cocaína y el lujo, que ahora parece decidir quitarse definitivamente las plumas del innovador y el glamour de la salamería para sentirse confortable con su pasado y con un presente controlado, alejado de toda desolación no sin una dosis de nostalgia. Dicho en otras palabras, Bowie, que siempre recibió lo que le daba la gana demandar, ahora le interesa recuperar sólo lo que un tipo de 66 años necesita.
Pero tengamos cuidado, nada es definitivo y la limusina puede arrancar por una noche más. Y Bowie el rey de los camaleones vivientes, aún  con un corazón magullado, puede ofrecer otra mutación: la un vampiro con ojos ardientes y dientes de serpiente, antes de bajarse del  tren que lo lleve a una estación de luz.