Luis Alberto Spinetta es un tipo fino. Fino en cuanto a su
obra musical, incandescentemente pulida por sus cambios de percepción. Y fino
por su figura que, en cierto modo, es una fina leyenda del rock nacional.
Seguramente él prefiere que sea fina, delgada, porque la leyenda a veces
termina por ser algo demasiado pesado de llevar. El Flaco Spinetta ha terminado
el caldo que ordenó y una porción de brochette, y con su fina mirada ilumina
sus respuestas acerca de sus composiciones: “una afanosa búsqueda de la
verdad”.
El escrito es la reproducción de una cena que compartimos -junto
al periodista Alejandro Mareco- con Luis Alberto Spinetta un lunes de noviembre
de 1991. Mi compañero de trabajo en aquel momento escribiría sobre el músico en
su columna semanal “Perfiles” y yo tomaría algunas de sus expresiones para mi
columna de rock de los miércoles que atravesó toda la década de los 90. La
reproducción no es un acto de nostalgia –que bien podría serlo- sino un
ejercicio de poner en fecha algo que para mí tiene valor de marcar como efeméride.
El texto rememorado no es completo, pero funciona en su fidelidad…
… todavía hoy existe gente que sólo admite la música y la
poesía de Spinetta. “Están borrachos”, bromea el Flaco mientras toma vino
blanco. Es que su repertorio no admite comparaciones. Nadie ha escrito las
imágenes que él grabó en innumerables discos. Su marca registrada parece
haberla obtenido en un laboratorio dirigido por Carlos Castañeda, Michael
Foucault, Artaud y Rimbaud. Misterio y tormento oscurecieron su poesía, que
paradógicamente nunca detuvo su andar hacia la claridad. Caminó a tientas por la
caverna, pero hoy al menos tengo una linterna para avanzar”.
Su poética es hoy un fino haz de luz. Pareciera que hubiera
emergido de una gran noche. Su disco anterior, “Don Lucero”, tiene una
ilustración de tapa que forma una constelación de estrellas trasluciendo el
rostro de un anciano. “En ese disco está mucho de lo que pienso y siento hoy, y
siempre. Pero no fue comprendido en toda su dimensión. Ahora en mi última placa
todo ese pensamiento está más claro y simple”,
decía Spinetta respecto de “Peluson of milk”. En la cena y en retrospectiva de su obra
apareció en un momento el recuerdo de “Muchacha…”. “Allí no está la ternura que
muchos vieron y sintieron. Los ojos de papel no pueden ver la realidad, y ¿qué
puede sentir un corazón de tiza?, dice El Flaco. Y sobre el final de la comida
expresará: “Siempre el pasado nos parece mejor. Sucede que no podemos mirar el
presente de la manera en que podemos mirar lo vivido. Es una suerte, de lo
contrario viviríamos siempre en el pasado”.